Fotografía El Comercio
Por Leonardo Parrini
En tiempos de diplomacias acomodaticias
y negociaciones oportunistas, en el plano internacional, la decisión del Gobierno ecuatoriano de conceder asilo diplomático a Julian Assange sorprende por su carácter
soberano y valiente. Sorprende porque se supone no responde a un acto instintivo mucho menos
improvisado, sino a un reflexivo análisis de las condiciones jurídicas e
implicaciones políticas y económicas del caso. El Gobierno ecuatoriano optó por hacer
prevalecer sus convicciones respecto del derecho de las personas a solicitar
asilo y actuó en consecuencia con esos principios diplomáticos suscritos en convenios
internacionales.
Assange, ahora protegido por
el Gobierno ecuatoriano, es requerido ante la justicia sueca por supuestas
faltas sexuales e investigado por los aparatos de inteligencia norteamericanos por difundir, a través de los Wikileaks, "mas de 250 mil documentos confidenciales en los que se revelaban secretos de la política
exterior estadounidense” y un video donde se ve “cómo dos reporteros de la
agencia Reuters morían bajo disparos de un helicóptero estadounidense en Iraq”
Las reacciones de las partes
involucradas, en cambio, no sorprenden pues también han actuado coherentes
con sus principios. Julian Assange, junto con agradecer al pueblo y presidente
del Ecuador, al que calificó de “valiente nación independiente latinoamericana”,
ha dicho que constituye una “victoria histórica”, pero que a partir de hoy “todo
será más estresante”. Suecia acusó frontalmente al Ecuador, porque “ha detenido
inaceptablemente el proceso judicial sueco y ha obstaculizado la cooperación
judicial europea”. Inglaterra, por su parte, negó el salvoconducto a Assange
para salir de territorio inglés y declaró, a través de su cancillería, que “no
acepta el principio de asilo diplomático, que no hay razón legal para que
concedan el salvoconducto y que esperan cumplir con sus “obligaciones en virtud
de la Ley de Extradición”. Todo esto significa, como dijo Assange, que los
problemas “recién han comenzado”.
La prensa ecuatoriana señala que con su decisión, “Ecuador se abrió un frente con 3 países”. Y se
trata de tres potencias mundiales que ostentan la
fuerza y la voluntad de emplearla, como ha demostrado su historia diplomática y
militar. Por eso el gesto del Ecuador está colmado de dignidad y valentía,
actitud que aflora en quien mantiene claras y firmes convicciones, lo que
constituye, sin duda, una victoria moral de nuestro país frente a sí mismo y ante el mundo en
medio de tempestuosas aguas diplomáticas.
William Shakespeare, el clásico
autor inglés en su extraña novela, precisamente llamada La Tempestad, ve a los aborígenes
precolombinos como calibanes o monstruos salvajes con cabeza de can, que en la
interpretación del ensayista uruguayo Rodó significaba el mundo de los
instintos. Hoy los ingleses - con similar mirada shakesperiana euro centrista -
deben estar pensado que en este rincón
del mundo se enfrentan a instintivos seres exóticos de ultramar. Nada más
alejado de la verdad.
Ecuador ha sostenido, definitivamente,
una actitud soberana y valiente fundada en la razón y en la solidaridad, dos valores
concernientes a los espíritus elevados de las naciones. Ciertamente, hoy por
hoy, no basta con ser valiente, además hay que mostrar la decisión de pararse
dignamente ante el mundo, sin prepotencias ni ufanos orgullos, con la serenidad
que otorga la madurez, cualidades escasas de encontrar en muchos gobiernos. Todo
aquello debe traducirse en una diplomacia inteligente y eficaz que
recabe urgente apoyo internacional para enfrentar la eventual tempestad que se
avizora.
Muy buen artículo, interesante analogía la de Shakespeare, felicitaciones
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