Por Leonardo
Parrini
Alguna vez un
colega comunicador me hizo la pregunta más difícil que se le puede hacer a un periodista alineado
con las causas sociales: ¿por qué cayó el sistema socialista internacional? Lo
quedé mirando por encima del marco de los lentes y pensé que estaba bromeando.
Esa era la pregunta que nunca quisimos hacernos los militantes de la izquierda
latinoamericana.
La pregunta la
sentí como una extensión de otra cuestión a la que aún no damos respuesta clara
en el continente: por qué cayó el régimen socialista en el Chile de Allende,
por qué tambalea el régimen de Venezuela, sin su conductor original; y Cuba, ¿qué
destino tiene como sociedad socialista? Y la pregunta local de cajón ¿Qué sucedería
en Ecuador, si la contrarrevolución ciudadana empieza a hacerse fuerte, a partir de un triunfo del
candidato derechista, Mauricio Rodas, a la Alcaldía de Quito, el próximo 23 de
febrero?
Este, como otros
procesos de cambio social, es susceptible de venirse al suelo cuando engendran
en su interior las condiciones para que eso ocurra. Esas mismas condiciones explican
la caída del socialismo internacional: La falta de capacidad de reproducción
del sistema, la dificultad de acumulación económica que permita que la riqueza
sea repartida de manera igualitaria en un breve plazo, la inconsistencia ideológica
que hace que brillen por su ausencia las respuestas convincentes, cuando los otros
factores flaquean. La falta de educación política a los cuadros dirigentes –no
se diga a las masas- que por lo general, en los regímenes socialistas, es
reemplazada por la propaganda reiterativa centralizada, asoman como factores de
debilidad del proceso. Debilidad de factores subjetivos que merman la mística
de los pueblos revolucionarios.
Si bien los
slogans movilizan temporalmente a las mayorías, no pueden indefinidamente
sostener la confianza en una revolución social, precisamente por su realidad
cambiante. Que la patria avanza, que la patria brille o que ahora es de todos,
sirvió para vender la idea original de inclusión. Una vez conseguida esa
percepción ciudadana, nada se nos dijo para movilizarnos en torno a una
sociedad menos insegura, una patria con más fuentes de trabajo, una sociedad que reconozca los derechos de la
mujer en todos los sentidos, un espacio nacional donde la cultura sea la rectora de la vida, un país donde los jóvenes tengan más oportunidades
educativas desde la escuela primaria, un territorio que sienta que junto a la
justicia también impera la libertad, una nación enfilada al progreso por el
buen uso sustentable de sus recursos naturales, una ciudad capital para vivir
sin sobresaltos o congestión de tráfico insoportable, etc., entre muchos otros etceteras.
Hoy se pone en
evidencia una situación de orfandad didáctica, de ausencia de políticas públicas
encaminadas a fortalecer las ideas, los sentimientos y las acciones de defensa
de un proceso que ha transformado al país de feudo de las oligarquías y clanes gamonales
en un territorio de justicia social y soberanía política. Hoy es cuando se mide
la capacidad de consolidar la existencia de ese territorio resguardado por una Constitución
garantista y sensible a los derechos de las mayorías ciudadanas y de la naturaleza.
La derecha recalcitrante,
desplazada del poder, con la soberbia del poderoso, con dinero oscuro y sed de venganza pretende recuperar
terreno con demagogia y marketing electoral, en una capital que ha hecho gala de
reflexión y sabiduría política, de sensibilidad social y levantisca respuesta
ante los gobernantes corruptos. Hoy esa misma derecha, aupada por los intereses
transnacionales representados en los grupos de poder económico criollos,
desafía la voluntad popular y se dispone a iniciar la contrarrevolución ciudadana.
Esa derecha
clerical y reaccionaria que tuvo dos siglos para hacer del Ecuador un país democrático, incluyente
y solidario, pero que prefirió la hacienda de huasipungo del indio sojuzgado,
el feudo costeño y corrupto de aduanas repartidas a destajo y guasmos de vergonzante
miseria, que fomentó el abandono amazónico camuflado por la exuberante geografía
de una región de triste historia de contaminación ambiental y pobreza social.
Esa derecha que nace y muere con los ojos vueltos a Miami, como el paraíso terrenal
de banqueros ladrones y prófugos de la justicia. Esa misma derecha aupada hoy por una
izquierda obsoleta, pretende hoy tomarse el poder y emprender la contrarrevolución
ciudadana. Esa “derecha cavernícola que
puede poner en peligro todo lo alcanzado”, no pasará en un país con vocación de
futuro. Con la salvedad que puede suceder todo lo contrario.
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