lunes, 7 de septiembre de 2015

NUEVAS PRECARIZACIONES LABORALES

Fuente El Telégrafo
Por Juan J. Paz y Miño C.

Durante las décadas de los 80 y 90, cuando rigió en Ecuador el modelo empresarial/neoliberal, las cámaras de la producción abogaban por la flexibilización del trabajo: vincular el salario a la productividad; extender la jornada semanal a 44 o 48 horas; suprimir o disminuir el pago de horas extras, así como las ‘décimas’ remuneraciones; abolir el reparto de utilidades; disminuir las indemnizaciones por despido; revisar los derechos sindicales, el contrato colectivo y la huelga; introducir el criterio de ‘trabajador plurifuncional’, aunque bajo la misma remuneración; extender el trabajo por horas y el tercerizado; recortar los días de descanso por feriados, etc. De este modo se perdió el principio pro-operario que inspira a todo código del trabajo, y hasta las autoridades se inclinaban por precautelar los intereses empresariales sobre los de los trabajadores.

Semejantes criterios felizmente fueron liquidados con el nuevo ciclo histórico-político iniciado en 2007, de manera que logró restituirse el principio pro-operario. A pesar de ello, es poco lo que se ha avanzado en la promoción de nuevos derechos laborales, si es que se compara a Ecuador con una serie de garantías que tienen los trabajadores en diversos países europeos, lo cual siempre sirve de referente por lo menos teórico, por los avances y logros que pueden verificarse en las políticas sociales de esos países, pese al galope de conceptos neoliberales que también han penetrado sobre Europa.

Además, han aparecido nuevas formas de intensificación y precarización del trabajo: por medios electrónicos (lectores, cámaras) se registra el ingreso y salida de los trabajadores y se contabiliza el ‘tiempo efectivo’, de modo que se carga, en contra de los trabajadores, el tiempo ‘perdido’ por segundos y hasta minutos; se descuenta, sobre los días de vacaciones, los permisos concedidos al trabajador por mañanas, tardes o días, lo cual viola abiertamente un derecho incompensable; se obliga a los trabajadores a ‘recuperar’ jornadas de trabajo suspendidas por días festivos o excepcionales, que igualmente afecta el derecho al descanso semanal obligatorio; se extienden las jornadas más allá de las 8 horas diarias con la justificación de ‘trabajo necesario’ o ‘inevitable’, sin recarga sobre la remuneración; también las nuevas formas de tercerización se las trata como ‘externalidades’; se busca limitar el derecho de organización y controlar su funcionamiento; o, como está ocurriendo en el sector público, se han generalizado contratos por un tiempo máximo de 2 años, después de los cuales definitivamente el trabajador debe dejar su puesto, lo que precariza su propia vida; etc.

Crecen así las fórmulas neofordistas y neotayloristas (intensificación del trabajo), ante lo cual es necesario un esfuerzo de conciencia nacional, a fin de que la ‘eficiencia productiva’, que solo procura maximizar las ganancias, sea contrarrestada con nuevos derechos, que afirmen mejores condiciones de bienestar y hasta de gusto y felicidad por las actividades que se desempeñan diariamente.

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