Por Leonardo
Parrini
La conocida
controversia de la prensa privada con los poderes públicos dio lugar a la
estigmatización que se hace de una prensa mercantilista
y otra corrupta, o la amalgama de
ambas, como una realidad intransferible en el Ecuador. Esta
relación confrontacional entre los tres poderes del Estado, -ejecutivo,
legislativo, judicial- con el llamado cuarto
poder de la prensa, conforma un tablero cuyas piezas avizoran un inamovible
jaque. Sanciones impuestas a diario El Universo, canal Teleamazonas, en su momento y, recientemente, a Diario Extra y a la cadena de Televisión Ecuavisa, no hacen sino confirmar que en
el país de Eugenio Espejo, -pionero de la prensa latinoamericana-, se está
viviendo una guerra sórdida, pero incruenta, en la que no corre sangre, pero sí
mucha tinta.
La llamada prensa
mercantilista, tiene como principal misión
hacer negocio con la mercancía-información, vender opinión y noticias y, de
este modo, generar utilidades para sus accionistas. En el Ecuador ha sido
notoria la existencia de clanes mediáticos organizados en poderosos grupos
económicos, tradicionalmente vinculados al sistema financiero y al sector
empresarial. El negocio de la información que realiza la prensa mercantilista percibe ingentes recursos
provenientes de la inversión publicitaria, observándose que “el Gobierno
Nacional es el anunciante número uno de Ecuador, según el estudio realizado en
el año 2011. Se estima que la inversión fue del 5.9%, lo que equivale a
alrededor de 95 millones de dólares”. Como dato ilustrativo cabe señalar que la
inversión publicitaria en Ecuador fue de 346 millones de dólares en el año 2012, según Infomedia Ibopetime. Esta
cifra se desglosa en un 61% para la Televisión y un 39% repartido entre Radio,
Prensa, Revistas y otros.
No obstante, a partir
de enero del año 2007 en que se instaura el Gobierno de la revolución ciudadana, la llamada prensa mercantilista ha asumido el rol de agente político, en sustituto del conglomerado político partidista desplazado
del poder a partir de la asunción del Gobierno de Rafael Correa. Este hecho dio lugar para que se acuñara el concepto de prensa corrupta, en alusión a un tipo de periodismo que sobredimensiona
los acontecimientos, no maneja contraste de fuentes y forja sus agendas sin mayor sentido
de diversidad informativa. La confrontación entre poder público estatal y poder mediático
privado en el Ecuador, tiene lugar en un clima informativo de tendenciosa
direccionalidad política, mediante el cual se promueve y estimula una opinión
pública alineada contra el Estado y el Gobierno en ejercicio.
Trilogía periodística ecuatoriana
En el Ecuador actual se
perfilan tres tipos de periodismo, en tanto gestión empresarial y
ejercicio profesional. Se advierte uno que adopta tonos y matices de farándula,
que trivializa la política pública, la gestión estatal y los procesos económicos
y sociales que se derivan de ellas. Su talante visceral, antagónico y sectareo, cuestiona todo lo que emane del Estado plurinacional e intercultural
definido en la Constitución vigente. Su gestión es un interminable reality show de opiniones y datos, muchas veces descontextualizados,
subjetivos y difundidos en formatos escandalosos y sensacionalistas.
El segundo es un
periodismo seco, plagado de sarcasmos y alusiones personalizadas en la figura
del Primer Mandatario y de los principales representantes del régimen. Constituye de facto un sistemático acecho al poder público en campañas establecidas, a través
de editoriales, crónicas, entrevistas, noticias y remitidos que destilan un
odio largamente incubado en las agencias informativas y salas de redacción, en respuesta
sumisa y automática a los designios y asignaciones periodísticas provenientes
de accionistas y directivos de los medios. Esta se ha convertido en una prensa militante, por lo mismo, parcializada y subjetiva, cuya misión
laboral concibe una metódica beligerancia opositora al régimen político actual.
Esta es la prensa que está siendo sancionada por la Ley de Comunicación vigente,
porque muchas de sus acciones están tipificadas como irregularidades. Esta
prensa funge de prensa dura, de ceño fruncido, invisible en espacios
de diversidad informativa; y, su automatismo ideológico la hace actuar sin
matices ni contrastes entre un medio y otro. Esta prensa actúa con sentido de
feudalismo local con proyección nacional, cuyos feudatarios y adláteres no sonríen,
serios de seriedad enjuta opinan, informan, coaccionan, silencian y especulan
con la opinión pública, como con una jeringuilla de veneno bajo la manga.
A esa prensa se enfrenta
un tercer tipo de periodismo en el Ecuador, alineado en los medios públicos y
comunitarios con abrumadora inferioridad, en cuanto a presencia en el espectro mediático.
Esta prensa, joven aún, procura consolidar un periodismo relevante de fuentes
investigadas, aunque todavía poco contrastadas por la propia decisión de
ciertos voceros privados de no concurrir hasta los set de televisión pública o no
conceder entrevistas a la prensa escrita estatal o comunitaria. Este periodismo responsable como se
autodefine, tiene que lidiar en el Ecuador con una competencia privada poderosa
para lograr establecer una agenda temática de sucesos trascendentales y noticias
tratadas con sentido objetivo y positivo.
Históricamente,
la prensa ecuatoriana ha observado un escandaloso desequilibrio entro lo público
y lo privado, una desproporcionada presencia de, al menos, un 90 por ciento empresarial contra
un 10 por ciento público e insignificante presencia comunitaria. La injusta distribución del espectro mediatico, en medio de una turbulenta relación
de la prensa privada con la realidad nacional, vista desde una mirada colectiva,
pone en el tapete de la discusión cívica la urgente necesidad de una mayor participación
ciudadana y vigilancia de veedurías populares. Los estándares de democratización
de la prensa se deben cumplir en los mismos términos y porcentajes tripartitos igualitarios que exige la Ley de Comunicación, como una realidad
perentoria que cambie el rostro a los chicos de la prensa en el Ecuador incluyente
de hoy.
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