Por Leonardo
Parrini
"Como si se pudiese elegir en el amor,
como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la
mitad del patio".(Julio Cortázar)
¿Es el ser
humano, por naturaleza, acreedor a una relación genitoafectiva tan exclusiva
como la pintan? Esta cuestión, supuestamente simple, encierra un nudo difícil
de desatar: el amor celoso. Dicho de otro modo, ¿es el amor un sentimiento tan excluyente
como aparenta? La respuesta abrumadoramente mayoritaria es: "Yo no sería
capaz de ver a mi pareja con otra persona". Para los entendidos en
relaciones humanas, los celos no se refieren a nada concreto y constituyen, más
bien, un síndrome de miedo al abandono por exclusión o reemplazo.
En la literatura
de William Shakespeare, Otelo representa
el símbolo mistificado del celo humano con variantes que van desde el egoísmo hasta
el más furibundo racismo. En su impronta encierra “la intriga, la desconfianza
como fieras atrapadas que esperan el momento oportuno para lanzarse sobre el corazón
y darle un certero zarpazo”. Visto así, ¿son los celos un síndrome de amor? No necesariamente.
En la clásica obra shakesperiana, los celos de Otelo por Desdémona -historia de amor prohibida y condenada al fracaso entre una
mujer blanca y un hombre negro- son paradigma de “un sentimiento que se puede
transformar en una enfermedad con la que se puede hacer daño física y
psicológica a otras personas y a uno mismo, sin tener conciencia de nuestras
acciones”.
¿Qué hace de los
celos un sentimiento de amor contradictorio? Sin duda, la amenaza frente a algo
o alguien que sentimos o deseamos nuestro: el riesgo ante mi deseo por el sujeto amado. Un estado emotivo ansioso que se caracteriza
por el miedo ante la posibilidad de perder lo que se posee, o se considera que se
debiera poseer. En el adulto como síndrome de Otelo y en el infante como complejo
de Caín, ante el advenimiento de un nuevo hermano o hermana.
La sociedad monogámica
La pregunta pertinente
es si la sociedad monogámica vigente es un producto social o un reflejo de la condición
natural de la especie humana. ¿Somos monógamos o polígamos? La respuesta sin
duda ayudaría a despejar la interrogante acerca de si los celos son un síndrome
heredado o adquirido. Los expertos en ayuda conyugal o relación de parejas
aconsejan ser frontales ante los conflictos de exclusividad afectiva. Y las fórmulas sugeridas empiezan
por reconocer que quienes padecen preferentemente estos ataques de celos son personas muy
centradas en sí mismas. Esto supone que el tratamiento del amor celoso comienza
por un ejercicio comunicativo entre los sujetos amantes, es decir comunicar al
otro y otra la existencia de celos, lo que implica pedir ayuda para disipar nuestras
dudas. Es vital saber qué ocurre en la realidad del comportamiento de la pareja,
para cotejar si estamos teniendo una percepción correcta de dicha realidad, o es
un sentimiento de desconfianza celosa infundado. Sólo aplicando una dosis de racionalidad
podremos desterrar los celos al confrontarlos con la realidad bajo sospecha, según
los expertos. Aparentemente la fórmula puede funcionar, a condición de que el diálogo constante, la
confianza y el contacto amoroso, sean los instrumentos para superar el
desencuentro y los celos. Es decir, el realismo es el escenario propicio para
disipar los celos, aun en los casos más extremos, obligados a
reconocer que el amor traicionado tiene una fecha de caducidad.
Poliamor ¿una nueva alternativa?
El amor celoso
es, sin duda, parte de una tragedia afectiva que supone vivir en constante
sufrimiento, bajo la visión dramática del amor como paisaje habitual. En otras
palabras, si no sufro no ha sucedido el amor. Ante esta tendencia monógama de
amor celoso y sufridor, surgen los
colectivos de poliamor definidos por la existencia de redes afectivas, de
anarquías relacionales, relaciones abiertas, o la no-monogamia afectiva.
Esta sugestiva alternativa
parte de la premisa que los celos son un aviso de la mente, que podemos replantearnos
lo que creíamos obvio, y asumir que los celos se pueden desaprender. Para lo
cual se propone evaluar la relación existente en términos de saber si nuestra
pareja, por mantener sexo con otra persona, nos va a reemplazar definitivamente. Las
preguntas claves que debemos hacernos, según esta teoría son: ¿estamos cuidando
nuestra relación, sentimos conexión emocional con nuestra pareja? La respuesta
nos lleva a establecer el estado emocional en que nos encontramos versus los
celos que operan como un sistema operativo de alerta. Según estudios de John
Bowlby y Mary Ainsworth “la teoría del apego” aporta respuestas acerca de la
manera en que construimos nuestros vínculos emocionales que “dependen del tipo
de vínculo que tuvimos desde los seis meses hasta los tres años”, con la
persona que nos cuidaba. La teoría dice que a determinados cuidados corresponden
determinados comportamientos y de esta manera surgen conductas evitativas,
ambivalentes, desorganizadas y todas las mezclas posibles de esos rasgos.
Complementariamente, Roy Baumeister y Mark Leary argumentan que la necesidad de pertenencia es
una constante humana fundamental para formar y mantener, al menos una cantidad
mínima de duración, relaciones interpersonales positivas y significativas. Los investigadores Baumeister
y Leary sugieren que "el amor es muy
satisfactorio y deseable sólo si es mutuo". Por lo tanto, cuando el
amor "surge sin pertenencia, como en
el amor no correspondido, el resultado suele ser la angustia y la decepción”.
El término pertenencia tiene dos significados principales: posesión y aceptación, como una parte natural. Si pertenencia se toma en su
sentido más literal de la posesión, entonces está obviamente mal en una relación,
ya que poseer a la pareja implica la propiedad y el control propio de los celos. En la opción del
poliamor hay que superar tanto los celos de sexo como los de amor. No sólo se
debe ser capaz de ver que la persona a la que amas en relaciones sexuales con
otras personas, también hay que tolerar que se enamore de otras personas. El
poliamor consiste en establecer relaciones afectivas de la misma intensidad que
las de la pareja tradicional con más de una persona al mismo tiempo. Con todas
las responsabilidades que eso conlleva... ¿Será esto posible?
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